Hemos sabido de alguien, lo conocemos o tal vez somos nosotros mismos quienes tendemos a mostrar frecuentemente, como característica predominante, conductas en relación con las demás personas que son simplemente conductas agresivas.
Una persona caracterizada por presentar conducta agresiva en su comportamiento, generalmente es temida, tiende a ser difícil el tratar con ella, y de una u otra forma los demás prefieren alejarse.
Este tipo de persona, con conducta agresiva:
Defiende sus pensamientos, sentimientos y opiniones de una manera deshonesta, inapropiada, tendiente a violar los derechos de los demás.
Puede expresar su agresividad de manera directa o indirecta:
Directa
Por medio de insultos, amenazas, frases hostiles y generalmente humillantes.
Indirecta
Tiende a ignorar a la otra persona, hace comentarios sarcásticos, y agrede siempre en forma velada.
Las personas que presentan conducta agresiva están diciendo inconscientemente, sin darse cuenta, mensajes básicos a la otra persona, tales como:
“Esto es lo que yo pienso y solo eso cuenta”
“Eres estúpido por pensar en forma diferente”
“Tus pensamientos, sentimientos y necesidades no cuentan, solo los míos”
El objetivo de la conducta agresiva es siempre dominar y vencer, forzando al otro a perder. La victoria se asegura por medio de la humillación y degradación de la otra persona, dominando a los demás de modo que se vuelvan débiles y menos capaces de defender sus derechos y necesidades.
Pensemos por un momento en un padre, maestro, jefe, esposo o cualquier otro que sea cercano a nosotros y que tenga este tipo de conducta; la convivencia con él o ella es verdaderamente difícil, llena de sufrimiento.
La parte positiva de este asunto es que tanto si eres el que tiene este tipo de conductas, como el que sufre con una persona agresiva, puedes acudir con un profesional de la salud mental para recibir ayuda, seas el agresor o la víctima.
No te resignes a vivir sufriendo, siempre habrá una orientación que mejore tu calidad de vida, debes respetar y ser respetado.